La Confitería Tábora en Silleda (Pontevedra) es de esas confiterías de toda la vida (fundada en 1870), que lleva haciendo los mismos pasteles, al menos desde que tengo uso de razón (y no fue ayer, gracios@s). Ya es la quinta generación de la misma familia al frente de ella y elaboran sus productos con la misma exquisitez que te atienden, de modo familiar (al llegar no es raro ver algún miembro en su salita de estar anexa,viendo tele o charlando con alguien) y con una gran cortesía.

En nuestras visitas a la localidad cercana de Prado a por carne, siempre había parada obligatoria y forzosa de mi padre en Tábora. Sus cañas de membrillo no las perdonaba, y tal era así que cuando nos fuimos a vivir a Madrid, los viajes de ida y vuelta cada Navidad, Semana Santa o verano los hacíamos por Orense, para pasar por Silleda a por cañas.

Una vez de vuelta a Galicia, era de lo más frecuente escuchar a papá decir «¿quién va a Silleda a por unas cañas?» y así, el partido de fútbol del sábado era más dulce. Además, papá se llevaba su bandejita de cañas para Madrid (bueno, los guardias civiles del aeropuerto ya ni se sorprendían de ver por el escáner todo lo que se llevaba: queso del país, chicharrones, torta de maíz de guitiriz, cañas de manzana, empanada, tupper con caldo…).

Si algo sé de cocina se lo debo a dos personas: a mis padres. A mi madre (que como ella dice, cuando se casó, sólo sabía hacer huevos fritos), y ahora es una estupendísima cocinera y de la que he aprendido todo lo que sé. He aprendido a saber comprar. De pequeña, bueno de adolescente, siempre que había que ir a la carnicería o a la pescadería a por los encargos, etc. mi madre mandaba a Berta (de lo cual me he quejado en bajini y en altini muchas veces). Ahora bien, he de confesar que gracias a esas «obligaciones» todo lo que aprendí, oye. Pues en la carnicería siempre había corrillo de amas de casa (en mi época era bien raro ver a un hombre ir a hacer la compra) que le preguntaba a la carnicera cómo se hacía esto o lo otro, o qué parte era mejor para guisar o para cocer. Lo mismo sucedía en la pescadería. Y, aunque, en aquel momento yo no era consciente de lo que mi cerebro estaba grabando, como ya entonces era una observadora/grabadora neta, con el tiempo descubrí que en mi disco duro almacenaba grandiosa información.

De mi padre he aprendido a valorar una buena mesa, un buen producto. Desde muy pequeñas y como a él le gustaba «comer bien», siempre procuró llevarnos a los mejores sitios (fueran casas de comidas o restaurantes de esos de muchos tenedores), que probáramos de todo y que supiéramos apreciar un buen producto y el trabajo de un cocinero. Le encantaba ir a la Plaza de Abastos a comprarles a las paisanas, al cocedero de marisco de Lolita a parrafar con ella unas horas y coger el mejor producto, ir a Baralla a por carne o a Lestedo, ir a Padrón y la Arnoia a por pimientos, ir a Sergude a por vino y los viernes parada obligatoria a cerrar el Ferro con el ibérico y el pan con tomate. Aún recuerdo cuando el mal de las vacas locas y el bajón de ventas de las carnicerías,y llegaba él a Pereira y decía : «buenas, vengo a por 200kg de carne de ternera de esa que no quiere nadie y que está buenísima» y la carnicera se estropeaba de la risa y él pensaba que así las clientas comprarían más (sus técnicas comerciales).

Según cuentan, vernos a mi hermana Begoña y a mi (Belén aún no había nacido) con menos de 5 años a la mesa de un restaurante era un placer, ya que éramos niñas que sabíamos comportarnos, comer utilizando los cubiertos y nunca alborotábamos, etc. Así que a él, le agradezco todo lo que hizo para que sus niñas vieran, conocieran y supieran apreciar, sobretodo, la suerte de nacer, gastronómicamente hablando también, en Galicia.

De paso este sábado por Silleda y como es tradición, parada en Confitería Tábora para comprar estas maravillosas cañas y otras delicias de la casa. Pese a que sus melindres son muy famosos , yo os animo a que probéis las cañas de manzana, y eso sí, comprar bastantes porque vuelan.

Papá una bandejita por ti hoy. TQ

Me da la sensación que es una masa semihojaldrada aromatizada con un toque muy leve de anís, inapreciable casi y horneada….rellena de dulce de manzana y rebozada en azúcar, mejor no digo más no vaya a ser que meta la pata y nada tenga que ver y la lista de Berta queda en la zopenca de Berta. Mejor, váis allí y las probáis.