Durante las mini vacaciones y mientras disfrutábamos de las aguas cálidas y cristalinas del Mediterráneo, nos tirábamos por túneles de agua, luchábamos contra el Minotauro y desafíabamos la gravedad haciendo un viaje en el transbordador espacial Discovery, en nuestra casa de Santiago de Compostela había saltado la luz. Y el simple hecho de que una palanquita hubiera decidido irse de vacaciones y cambiar su estado natural UP por un DOWN, hizo que todo el suministro que había quedado en la nevera y los congeladores pasaran a ocupar el contenedor verde de la acera de enfrente.

En casa hubo un antes y un después a ese día. Las lubinas, merluzas, fresas, croquetas, gambas, filetes, pollos caseros, helados hicieron su propia fiesta de vacaciones y decidieron, no voluntariamente, convivir unas horas o días los unos en los sitios de los otros………………….

Todo lo anterior para justificar que este año la tarta de mi cumpleaños no la he podido hacer yo, porque la nevera no parece querer alcanzar nunca la temperatura que tiene que tener. El termostato ha pasado por los estados 1,2,3,4,5 sin ningún cambio aparente. Así que este año me la ha fastidiado bien y lo que tenía que haber estado cuajado en 24 horas ha necesitado 48 para seguir en estado líquido.

Tras el pertinente enfado, por no decir otra cosa, tomé la mañana del 11 de septiembre, día de mi cumpleaños, la sabia y acertada decisión de que fuera un gran maestro pastelero el que me la confeccionara. El elegido Paco Torreblanca. Vamos, que una si se tira a escoger siempre va a lo mejor ( de ahí seguro el apodo de marquesa que mi tía Curra hace tiempo me entregó).

Delante de la nevera mi cabeza no sabía por cuál decidirse: si una grande o varias individuales; si una de mousse o de frutas o de chocolate o de tiramisú o de te verde o de……………………, «venga, decídete» me dije y me decidí por la que me tenía mejor presencia (eso de que todo entra antes por los ojos es biencierto) y resultaba más complicada de transportar yo solita en un Micra en un trayecto de unos 5 km con curvas, baches y cantidad de tráfico.

«¿Cómo va a llegar?»– le dije al vendedor. «Bueno, depende del número de personas que sean»– me contestó él amablemente con una sonrisa, no queriendo dejar ver que la pregunta que yo había hecho inocentemente, le parecía una chorrada.

«No», -le dije. «Si me llegará entera con lo que tengo que conducir y voy sola en el coche».

El se ruborizó y se dió cuenta de su error: me había tomado por tonta y el tonto vestía su uniforme y hablaba con su voz.

Por supuesto que escogí la que sabía que por su tamaño nos llegaría en casa… ni que fuera la primera vez que tenía delante una tarta.

La Tarta Venecia de Torreblanca es una espectacular semiesfera de mousse de chocolate al café intercalado con capas de bizcocho de chocolate. Sólo viendo la foto os imagináis mi cara al llegar a casa y comprobar que volver a 40km/h había resultado efectivo. Llegó enterita y ni un adorno roto. Perfecta para fotografiar.

La celebration llegó por la noche. Los chicos me invitaron a cenar todo aquello que este verano me perdí y por lo que sentía no haberlo disfrutado.
No hay foto soplando las velas porque ésto se hizo ya pasadas las 12 de la noche y en pijama, jaja.

Gracias por seguir un año más varando por el sabor de lo dulce