Hace una semana acudí al llamamiento realizado por Rubén del blog Ni mata ni engorda. Me convocaba para asistir a una jornada de enoturismo en la zona del Ribeiro. Y más, en concreto, a visitar la Finca Reboreda, del Grupo Reboreda Morgadío en pleno corazón del Ribeiro.

EncuentroBloggers

Los que me conocéis sabéis de la «pereza» que me dan estas cosas, jaja. Nooooooooo, vamos, creo que fui la primera en decir «Sí, quiero». Pero alma de mi!, no sabía que en la jornada iba incluída una ruta de «piérdase usted mismo con las indicaciones que le dan, las que le indica su Gps amén de aquellas brindadas por las personas que se va a ir encontrando por el camino».

Aviso a lectores de historias de misterio, intriga y terror: este post os encantará.

Aviso a lectores de historias de tragicomedia: este post os cautivará.

Aviso a lectores de tiras cómicas con señoras entradas en edad: este post os deleitará.

Aviso a mis alumnos: este post no debéis leerlo.

Aviso a los próximos visitantes a la zona: este post incluye un mapa imprescindible en vuestro viaje.

Aviso para mi: hay que ser, que ser, que ser muy, pero que muy lista, para evitar las horas centrales del día de más calor en la zona ourensana.

Comenzamos!!!!

Pues allá voy yo en mi coche rumbo a Ourense cuando viendo que se acercaba la hora H recibo llamada de Loly- «oye Berta que estamos aquí esperando…» «estoy llegando»-fueron mis palabras. No sabía yo que ese aviso de llegada inminente se iba a dilatar una horita más. Pues que entré en la ciudad de As Burgas por donde no debía. Eso sí, aquel cartel ponía «Orense Norte» o «Este» ya ni me acuerdo, pero mi sabio e inactualizado GPS decía continue y sitúese a su derecha. Obediente de mi le hice caso y, ése, fue el comienzo de mi «aventura por una tierra preciosa» o, más bien «cómo llegar tarde siendo una maniática de la puntualidad» o, mejor aún,

«estosolomepasaamiporquenofuieneltrenconFidel».

Como pude, cogí el móvil y atentando contra la ley de conducción segura y responsable intento darle al blutuz del teléfono para con el manos libres hablar de manera más segura. Llamo a Loly: «estoy perdida»-fueron mis palabras, «mejor nos vemos en la bodega». Según Pepe me «había pasado» (eso me supuse yo cuando llegué a un polígono industrial que ni el propio Pepe conocía). Nada, que Rubén me da las indicaciones oportunas y yo pienso «tá chupao». Y tan chupao. Me paro en la primera gasolinera y el chico no tenía ni idea de lo que le estaba preguntando. A todo esto, ¿os he dicho que mi teléfono se colgó, no había guasap ni nada ese día y estaba completely incomunicada?. El chico me dice «tú vete por aquí que llegas bien». Sí, sí, llegué perfectamente, pero a Ribadavia, jaja. A este paso yo sólo sentía angustia pensando que mis compis se sentirían preocupados porque no llegaba y peor aún, no se podían poner en contacto conmigo porque mi teléfono estaba sin cobertura.

Decido pararme en la carretera y parar al primer coche que pase. Ya, ya, pasa el primero y no para, el segundo y me miran, ríen y no paran. Y, desde el segundo hasta el tercero transcurrieron 12 minutos de reloj con un calor de esos que me fascinan (30º). Se detiene el tercer automóvil y yo con carita de estoy perdida y sola en el mundo y mi GPS no atiende a razones y mi móvil no tiene cobertura le cuento mi historia a este matrimonio que me dice «no somos de aquí y estamos perdidos». Os juro que en ese momento no sabía si llorar o ponerme a buscar la cámara oculta que pensé Rubén había instalado dentro de algún perro de los muchos que me cruzaron y a los que sólo me faltó interrogar por si ellos, que recorren tanto, hubieran ido alguna vez a mi anhelado y casi imposible de llegar, destino. Tras agradecerles su ayuda y, sobretodo, el haberse detenido en su también mañana de perdidos, me dispuse, cual Dora la Exploradora, a pararme a pensar en qué parte del mapa galaico estaba y, con mi brújula de plástico a deducir que el río estaba por allí, que Rubén había comentado no sé qué de dos rotondas y tal y cual. Nada, monto en el coche, ando unos kilometrillos de nada y llego al campo de fútbol de Ribadavia. Pensando que algún caballero jugador me libraría de este encantamiento iba yo tranquila pero, ni uno había. ¿Dónde está toda la población masculina cuando se le necesita?»-gritaba yo poseída ya por el espíritu del Ribeiro. Y no sé por qué pedía por población masculina. Si para el caso me valía cualquiera con tal de que supiera llegar!!. Aparece un coche, le cuento lo mío y le pido me deje hacer una llamada para avisar a mis compis que sigo viva y que manden a la guardia civil en mi ayuda. El chico me pasa el tlf. y ¡¡¡horror!!! estaba sin cobertura también. «No puede ser, no puede ser, estosólomepasapornovenirconFideleneltren» (sonaba como un mantra en mi cabeza).

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Monto en el coche again y llego a una gasolinera (ojo al dato! esta es la segunda en la que paro y será importante el término «gasolinera» en el futuro. Quedaos con la copla). La chica ni idea tenía y, entrando un señor, me dice que síiiii sabe dónde queda. Me da las indicaciones y yo en mi interior sólo repetía «llego, llego». El tlf seguía en modo Off. Monto again again en el coche y destino Castrelo de Miño llega el problema «¿qué c. había dicho el señor,  derecha o izquierda?». Bueno, pues os imagináis que cogí para donde no era y circulando por una pista de esas que le debe gustar a Carlos Saínz, con curvas de esas de a ras, a ras, iba yo muy «a ras Berta, a ras Berta» hasta que apareció aquella señora cogiendo laurel como si tan cosa en medio de una carretera estrechita cuesta arriba y llena de curvas. El «a ras Berta» paso a ser «casi la mato, casi la mato». Ya no sabía si llorar o llorar o darme al laurel directamente. Resultado: llego a la Arnoia (que es precioso, oye) y otra Gasolinera.

Héte aquí mi gran día de ruta gasolinera y sin poder hacer check in en el foursquare. Pero allí dentro estaba mi gran salvador. Alto, moreno y con una voluntad de ayudar como no me había encontrado en toda la mañana. Yo creo que le debió preocupar el estado en el que llegaba. Yo ya ni sabía si me llamaba Berta, si era rubia o qué. Lo que necesitaba era que me dijera cómo demonios llegar a Finca Reboreda y que me dejara hacer una llamada. Pero es que él síiiiii sabía y me lo puso todo en un plano bien clarito (el que aparece en la foto más abajo. Yo diría, interesante documento salvavidas). » Tienes que ir todo recto, pero mira que todo recto. Tú no cojas ningún desvío y te vas a encontrar con……. con …. con……» todos los pueblos que veis en la foto. Me recordó no sé cuántas veces lo de ir recto. Ayyy que alegría!!!!. Le pedí me dejara el tlf para hacer la llamada a Rubén. En la primera ocasión me sale una voz masculina que no identificaba yo con el Amorín, pero vaya, yo le decía «Rubén, soy Berta que estoy viva, en la Arnoia y voy para ahí». La voz al otro lado cuelga sin decir palabra. Desesperada otra vez le digo al amable gasolinero que no me han oído nada y si puedo reintentarlo. Asiente y hago la llamada de nuevo. Sale otra vez la misma voz y le digo «Rubénnnnnn que soy Bertaaaaaaaa». Nada, el hombre me dice que no oye nada y cuelga. Sólo me faltaba que hasta el tlf. de Rubén tuviera mal. Pero ya eso era lo de menos. Ya sabía cómo llegar o al menos tenía un documento que me aseguraba volver a algún lugar. Ya estaba el destino fijado en papel. Papel que enseñé al GPS como diciéndole que donde esté lo tradicional  se quiten las tecnologías. Y rumbo, recto recto…bueno, todo lo recto que el terreno permitía porque me regresé por la carretera de Carlos Sáinz y me encontré con la señora del laurel (a este paso ya había calculado su posición y no la casi mato de nuevo). Bueno, pues que tras muchos pueblitos y aldeas apareció el primero que me había escrito el gasolinero y a partir de ahí todos fueron surgiendo como los Reyes Godos de la lista aquella famosa. Y llegué, y mis compañeros no estaban, se habían ido a la finca baja, al margen del río, y yo seguía sin cobertura para decirles que ya estaba, que, por finnn,

HABIA LLEGADO A MI DESTINO.

Al rato, aparecieron todos, incluídos los de la TVG (ya pensé que se habían movilizado de más por mi que hasta había venido un equipo a cubrir mi desaparición), e imaginé la angustia del organizador (sí, sí, todo este trabajo lo hizo mi cabeza en medio segundo. Yo, puedo llegar a ser así de complicada) teniendo que dar explicaciones de cómo él me había indicado «perfectamente» el camino y no se podía ni imaginar a dónde había ido a parar yo. Pero  me sentí más contenta cuando los vi llegar a todos y, creo que  ellos aliviados al saber que no me habían desaparesío, que lo había hecho todo yo solita. Y sólo les pedí que me achucharan como necesitaba porque me lo merecía y ellos asintieron y Pepe, Loly, Víctor y todos me dieron abrazos reconfortantes y los que no me conocían debieron de pensar que yo era una señora muy torpe y ahora, cuando lean mi historia, comprenderán por qué tenía la carita desencajá y después fui muy feliz. Además por el camino, escuchando la Radio Galega, me enteré de una empanada que estaban haciendo en Marín, de cigalas y bueno, esa es otra historia…

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Mapa imprescindible para resolver mi situación, cortesía del gasolinero de Arnoia

Pasada esta necesaria intro, vamos con el tema serio  que, además, era el motivo de la visita a Finca Reboreda:

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El Grupo Reboreda Morgadío, nos abrió las puertas de Finca Reboreda para disfrutar de una experiencia de enoturismo en la que pudimos conocer in situ los viñedos llenitos y casi a listo para la inminente vendimia. Ana Méndez y Jacob Sanjurjo fueron nuestros ciceroni durante la visita. Nos explicaron muy ilustrativamente el proceso que se le imprime a la uva desde que es recogida en la vid hasta su embotellado.

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Unas instalaciones con la tecnología más innovadora y el cuidado ofrecido a cada racimo, hace que sus Ribeiros blancos Viña Reboreda y Gran Reboreda sean frescos, intensos y sobretodo, muy gallegos.

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Después de la visita a las instalaciones de la bodega, pasamos a la Sala de Cata, donde, acompañados de las barricas de roble en las que, descansa su vino tostado dulce, «Alma de Reboreda», pudimos degustar además de los citados anteriormente, el Ribeiro tinto (Viña Reboreda) y su DO Rias Baixas (Morgadío).  IMG_4608

Pasado este punto, nos dirigimos al paraje más bonito de la bodega: el Mirador A Ladeira.

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Con la espectacularidad de las vides cargaditas, el río Miño regando sus riberas, y un calor de esos en grado supino, comenzamos el maridaje de los vinos con las propuestas que nos trajo Juan Pablo Carral de la Taberna O Carreiro de Neda servidas con los vinos Gran Reboreda, Reboreda Tinto y Morgadío.

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Unas estupendas navajas a la plancha, unas tostas de jamón y huevo de codorniz, la premiada Brocheta de pulpo y langostino en el Concurso de tapas de Neda, acompañada de almeja, champiñón, yuca y huevas y una Tosta de lomo fresco con pimiento del piquillo. Todo estaba buenísimo y con ese pan de Neda que es para subir a los altares.

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Pero lo que enamoró a los bloggers creo fue, sin duda, el postre (ya digo yo que donde hay que poner el énfasis en una comida es en el reposterío, que es lo que se lleva de recuerdo el personal). Juan Pablo nos trajo una Prolla de Neda que si bien parecía un pan de huevo más, se convirtió en pura delicia en el paladar. Agradecería si la panadería donde se elaboró me permitiera visitarles y ver cómo la elaboran. Es un bien que hay que reivindicar y dar a conocer más.

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Pero, ¿qué sería de la Prolla sin un buen acompañamiento?. Y no lo digo por la compañía, que ésta era de lo mejorcito que hoy te puedes encontrar, sino de un buen caldo. La propuesta de la Bodega fue su «joyita»: el Alma de Reboreda. Un vino dulce DO Ribeiro que se merece un post solito para él.

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Ana Méndez nos relató el proceso de trabajo, sacrificio y dedicación que conlleva la elaboración de este tipo de vino: se seleccionan los racimos perfectos tanto en tamaño como en maduración, descartando aquellos que no tengan todas las uvas en perfecto estado. Tras ser depositado uno a uno con cuidado y en una sola capa en el cesto, se llevan a la sala de secado donde se cuelgan uno a uno y reposarán hasta que de manera natural lo hagan  por completo y puedan ser prensados. Este mosto se traspasa a barricas de roble y se deja descansar durante algo más de dos años. Tal vez podáis imaginar lo que es en vista y olfato, pero lo increíble, es en boca. Ningún otro vino dulce se puede comparar a los tostados dulces Ribeiros (y os lo digo yo que soy una gran consumidora de otras DOs y como nuestros tostados no hay nada). Si tenéis oportunidad, haceros con una botellita. Sí, el precio os puede parecer elevado, pero conociendo su elaboración completamente artesanal y natural, se justifica.

La jornada fue maravillosa y la compañía de lujo. 

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Aquí con Loly y Carmen

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Foto cortesía de Manuel Bustabad

Si queréis ver todas mis fotos del día aqui os las dejo. Merecen la pena.

Además, podéis leer las crónicas de los compañeros bloggers asistentes:

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Foto cortesía de Rubén Amorín. Los bloggers y anfitriones Ana Méndez y Jacob Sanjurjo

De izquierda a derecha:

Víctor Blanco de O Bandullo

Loly Llano de O Garfelo

Jose Manuel Oliveira de As pequenas viaxes e algo de Gastronomía

Fidel Martin de El Turista Cultural

Carmen Albo de Guisandome la Vida

Begoña Fernández de Violetas en mi Cocina

Berta Castro de El Sabor de lo Dulce

Rubén Amorín de Ni mata ni engorda

Manuel Babarro  de Cervexeando

Manuel Bustabad de Vagón de Cola

Y tuvimos la suerte de que la TVG se desplazó para acompañarnos en la visita y éste es su resumen (editado, de cine, por Victor Blanco).

Y, en el programa de la Radio Galega, Come e Fala, donde colaboro semanalmente, también hicimos un repaso de la jornada.

Agradecer a Ana Méndez y Jacob Sanjurjo la maravillosa jornada que nos regalaron.